ya acabó su novela

FELICIDAD

Publicado: 2017-01-05


En los momentos, entre las 12 del mediodía y las 11:59 de la noche del 31DIC son los instantes más felices para mucha gente, en muchos sitios.  

Hay entusiasmo, optimismo, muy buenas vibras, que compartimos y deseamos a otros, cercanos y lejanos, presentes y ausentes, y anhelantemente para nosotros mismos. Así lo esperamos, así lo queremos, así lo vamos construyendo. No hay signo banal que no nos lo evoque. ¡Manejamos cábalas, sortilegios y albures para invocarlo! Bienvenidos los calzones, las maletas, las uvas y los astros.

Son los instantes redondos en que uno hace un alto a la vorágine de la vida para enmendar cosas, mejorar otras, pensar en nuevas aventuras… (¡Las nuevas quimeras nos embelesan!). Son los mezquinos tiempos sagrados cuasi universales a diferencia de las hartísimas temporadas profanas.

Sentimos la inminencia del final feliz de nuestras más caras fantasías de salud, dinero o amor. En instantes supremos intentamos deshacernos de lo que ya no nos sirve, de los lastres que nos bloquean, limitan o perturban. Lo intentamos o lo pensamos. Aún si estuviéramos mal, deseamos, sentimos, percibimos que nos irá muy bien, porque son momentos de renovación, de fe, de esperanza.

Para ser felices queremos vivir sin las urgencias primarias cotidianas, deseamos cumplir nuestras metas y aspiraciones, y –en el paroxismo orgásmico– anhelamos palpar las estrellas. Algunos compramos la lotería, sabiendo de su ínfima posibilidad, pero con la esperanza que esta vez seremos tocados por la Diosa Fortuna. Así, nuestras más urgentes carencias materiales serán saciadas. Otros, evaluamos lo actuado, identificamos escenarios y actores, identificamos los actos sucesivos hacia nuestros logros. Los menos, para el clímax de la felicidad aspiramos al entendimiento –o contubernio– celestial o cósmico: la conjunción presuntuosa de los astros en el ordenamiento ad hoc que queremos.

Las ‘energías positivas’, la disposición psicológica y mental, tuyas, mías, de aquellos y de los otros, se ponen en red, entran en resonancia para repotenciar, organizar e ilumina la vida. La felicidad es un constructo humano, sujeto a la plasticidad de nuestro cerebro, no al determinismo de nuestros genes.

En los momentos de los planes para el futuro, de los buenos propósitos, no hay lugar para problemas, para daños ni para grandes males. Nadie planea enfermarse, accidentarse o que le van robar. Sanamente nadie desea ello a nadie. El lugar de la felicidad es el planeamiento.

Pero sólo son instantes imponderables de tiempo, de efímeros trances, que cuando nos damos cuenta ya terminaron, ya pasaron, ya fueron.

¡Así de fugaz –y necesaria– es la felicidad!

¡¡¡¡FELIZ AÑO 2017!!!!

[Son los deseos –y devaneos– de Rubén Villasante]


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